El número 62 de la Revista Presente y Futuro del verano 2005 realiza una entrevista a las ganadoras de concurso a nivel Nacional que fueron Laura y Sandra González, de 8 y 12 años de edad, respectivamente, dos hermanas de Gijón y pacientes de nuestra Clínica,
A la vez hacen una entrevista al Dr. Ramiro Antuña de Alaíz quien expresa su opinión y sentimientos sobre la atención a la diabetes durante la Infancia.
A continuación os mostramos el artículo completo publicado en la revista:
Unos días en el parque temático Port Aventura con sus primos. Éste es el premio que disfrutarán Laura y Sandra González, de 8 y 12 años de edad, respectivamente, dos hermanas de Gijón que aún no se pueden creer haber sido ambas ganadoras, en las distintas categorías, del Concurso de Dibujo para niños y jóvenes con diabetes de toda España, patrocinado por Accu-check, la línea de cuidado de la diabetes de Roche Diagnostics.
Ganadores del Concurso de Dibujo
para niños y jóvenes con diabetes
“La diabetes no nos impide hacer lo mismo
que cualquiera de nuestros amigos”
«Todavía me parece mentira haber ganado», asegura Sandra, con alegría, «y haberlo hecho las dos, aún más». La afición por el dibujo de ambas niñas ya las llevó a presentarse durante la edición anterior de este mismo concurso, en el que Laura, la más pequeña, quedó clasificada en 7.° lugar de toda España en su categoría. «Porque lo sorprendente es que hayamos ganado las dos, presentándonos en categorías diferentes y sin tener nada que ver nuestros dibujos», añade Sandra.
Bajo el epígrafe general de Espíritu de superación, con el que se convocó el concurso este año, la victoria les llegó, a Laura, con el dibujo de un grupo de niños nadando en la piscina, y a Sandra, con la reivindicativa imagen de una jugadora de baloncesto que lleva en su muñeca un reloj muy especial: un medidor de glucosa no invasivo, el que sería el auténtico premio para ambas: conseguir que los pinchazos diarios a que les obliga la enfermedad dejaran de ser necesarios. «Esto es lo que me gustaría», admite Sandra, «que se comercialice cuanto antes en España este tipo de relojes». Y enumera con sorprendente conocimiento de causa los países en que este dispositivo está en pruebas y cómo va su evolución.
Si uno las oyera hablar, sin verlas, pensaría que está ante dos personas con diez años más de su edad real, porque cada uno de esos años, desde los últimos cuatro, les ha dotado de una madurez y una responsabilidad que casi parece haber triplicado su tiempo de vida. Extrovertidas, inteligentes y felices. Así son. Hasta el punto de que si les pregunta qué echan de menos, les cuesta dar una respuesta. Su vida es como la del resto de niños de su edad en todo, salvo en una cosa. Laura y Sandra tienen diabetes.
«No nos sentimos diferentes de los demás porque la diabetes no nos impide hacer lo mismo que a cualquiera de nuestros amigos.» Sandra lo tiene muy claro. Ni ella ni su hermana han permitido que la servidumbre diaria de esos pinchazos necesarios para medir su nivel de azúcar les «amargue» la vida. Aunque sobre la familia cayera hace cuatro años la noticia de que ambas padecían esa enfermedad como un inesperado mazazo. «Fue terrible descubrir, con sólo tres meses de diferencia, que las dos tenían diabetes», admite su madre, María Rosario López. «Pero cuando te pasa algo así, tienes que ser valiente y tirar adelante.»
Ese valor se nota en las dos pequeñas. En la naturalidad con la que hablan de la medición de sus resultados, en la conciencia de que, dentro de su normalidad, deben cuidarse de un modo especial. «Pero podemos comer de todo», apunta Laura, quien reconoce que no es en el apartado de la comida donde encuentra el mayor obstáculo. «Lo único que no puedo hacer es ir a las excursiones del colegio.» Cuando éstas se prolongan durante la mayor parte del día, y a pesar de la sorprendente responsabilidad sobre su propia salud que tiene Laura, pueden suponer un riesgo demasiado grande. Al igual que el campamento, una actividad que de momento está vedada para las dos.
Aparte de esto, nada está prohibido en su mesa, ni las chucherías, que tanto gustan a los más pequeños, ni los dulces. El truco está en saber dosificarlos y el ejemplo más curioso lo ponen ellas mismas con las uvas y no en el chocolate, en contra de lo que pudiera parecer. «Sólo comemos uvas dos veces al año, en Navidad y durante la vendimia», explica Sandra, vendimiadora de excepción, como su hermana y el resto de la familia, de las vides de su abuelo. «Tienen demasiado azúcar», reconoce, con cierta pena. Su madre, orgullosa, reconoce que son buenas chicas, que no comen nada a escondidas «que saben desde muy pequeñas lo que tienen que hacer para cuidarse».
Y ellas, que saben que la enfermedad no es lo único, ni siquiera lo más importante que las define, siguen divirtiéndose, jugando, estudiando 2.° y 6.° de primaria, leyendo a Kika y escuchando a Andy y Lucas, o aborreciendo al listillo de Harry Potter y al pobre David Bisbal, que no son santos de su devoción. Y disfrutando de sus amigos, yendo a clase de natación, creciendo, y viviendo…
Opinión del Dr Antuña de Alaiz
El modo en que controlan los altibajos de su enfermedad es, según el doctor Ramiro Antuña, director médico de la Clínica Diabetológica que atiende a más de 500 pacientes y médico de ambas hermanas desde hace unos tres años, «magnífico», a pesar de lo distintas que son sus diabetes, ya que «mientras una es muy fácil de controlar, la otra requiere de mucho más sacrificio y esfuerzo para conseguir el mismo resultado». Pero, sobre todo, «lo más importante» para este afamado especialista, «es que las veo felices, y eso es lo que de verdad importa, porque lo que debe hacer un niño es disfrutar de su infancia, y creo que Laura y Sandra lo hacen».
«Nuestra labor pasa por respetar su infancia y conseguir que crezcan y se aprovechen de los avances de la ciencia» porque aunque convivir con la diabetes es cada día más llevadero, «tener que pincharse sus pequeños dedos de 5 a 6 veces diarias es realmente duro», admite. Y en ese objetivo, este especialista ha elaborado un decálogo dirigido al niño con diabetes que le recuerda, entre otras cosas, que «tus padres y todo el personal médico están a tu lado; es normal odiar la diabetes y a veces estar hasta las narices; cualquier cosa que hagas para cuidar tu enfermedad tiene una gran importancia para tu control general; algunas veces aunque lo hagas todo bien, tus niveles de azúcar pueden estar fuera de control; es conveniente hablar con otros niños con diabetes y pensar en las maneras en que te podrías cuidar mejor».
Y dos ideas motrices cierran este decálogo que trata de lograr que el niño conviva lo mejor posible con la enfermedad sin dejar de ser lo que es: un niño. «Nadie te juzga por tus cifras de glucemia y, aunque tengas diabetes, lo que tú eres fundamentalmente es un niño.» Por ello, recuerda su autor, los pequeños pacientes tienen que «pasárselo bien y divertirse, a la vez que se cuidan para mantenerse sanos. No tienen por qué dedicar su vida a mantener la diabetes bajo control porque también tienes cosas más importantes que hacer». Optimista, el doctor Antuña está convencido de que sus pacientes más jóvenes, como ambas hermanas, podrán ver la curación de la diabetes gracias a la terapia celular, consistente en el trasplante de células productoras de insulina que sustituyan a las destruidas por la enfermedad. |
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