¿Qué es la próstata?

Es una glándula, del tamaño de una nuez, que rodea a la uretra, que es el canal a través del cual pasa la orina al exterior. Una de sus funciones es producir una sustancia que se une al semen en el momento de la eyaculación. Con el paso de los años puede dar origen a diversos trastornos relacionados con la salud, entre los que se incluyen:
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La prostatitis, o inflamación infecciosa de la próstata. |
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La hiperplasia benigna de próstata, que es el crecimiento benigno de la misma.
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El cáncer de próstata. |
Algunos de los síntomas de hiperplasia benigna y cáncer de próstata son los mismos, de ahí la importancia de discernirlos con los chequeos o controles urológicos periódicos.
¿Qué es la hiperplasia benigna de próstata?
Con la edad se produce un crecimiento de la próstata, que puede llegar a comprimir progresivamente la uretra, provocando por tanto la dificultad al orinar.
Es muy raro que los síntomas se manifiesten antes de los 40 años, pero más de la mitad de los hombres con 60 años, y más del 90% de los hombres entre 70 y 80 años tienen síntomas de hiperplasia benigna de próstata.
¿Cuáles son los síntomas de hiperplasia benigna de próstata?
Los síntomas son variados, pero los más comunes que suelen presentarse son:
• Necesidad frecuente de orinar, tanto de día como de noche.
• Chorro de orina débil, con cortes.
• Dificultad para iniciar la micción.
• Sensación de vaciado incompleto, teniendo la necesidad de orinar de nuevo.
• Goteo tras finalizar la micción.
¿Cuál es el tratamiento de la hiperplasia benigna de próstata?
Puede ser Médico o Quirúrgico, dependiendo de lo acusado de los síntomas.
Hasta el momento no hay ningún medicamento que cure la hiperplasia de la próstata, es decir, que reduzca o haga desaparecer el aumento de tamaño de la próstata. Pero sí que hay medicamentos que, en ciertas condiciones, pueden proporcionar una mejora transitoria de los síntomas.
En casos especiales en los que no se puede operar al enfermo, la única solución posible es colocar una sonda vesical permanente. Estas sondas tienen unos dispositivos especiales para impedir que salgan de la uretra. El enfermo o sus familiares han de aprender a cuidar la sonda. Hay sondas que se han de cambiar cada dos o tres semanas, pero hay otras que pueden durar hasta dos meses.
El único tratamiento de la enfermedad prostática es, hasta ahora, quirúrgico. Hace ya muchos años que se hacen operaciones de próstata y la experiencia adquirida permite que, en la actualidad, estas operaciones puedan efectuarse con mucha seguridad, incluso en enfermos con un estado general delicado.
Esencialmente, hay dos formas de hacer la operación, que tiene por objeto extraer la parte de la próstata que dificulta el paso de la orina.
La primera consiste en las operaciones efectuadas mediante una incisión practicada en la parte baja de la pared abdominal. Los cirujanos disponen de técnicas distintas para esta operación y escogen la que consideran más adecuada a cada caso, en función de las características de cada paciente y, también, según su propia experiencia quirúrgica.
La segunda consiste en las operaciones efectuadas utilizando instrumentos especiales que se pasan a través de la uretra. Mediante un sistema óptico, el cirujano ve el interior de la vejiga y de la uretra y, pone al rojo vivo al pasarle la corriente eléctrica, va sacando fragmentos de próstata, como si fueran pequeñas virutas, hasta extraer todo el tejido que considera necesario. Con esta técnica no es preciso practicar incisión alguna y, por tanto, no hay que dar puntos de sutura.
El sistema a utilizar cirugía con bisturí o con instrumental óptico, depende del volumen de la próstata, estado general del enfermo, edad, etc., y, en cada caso del criterio del médico que es responsable del paciente.
Tanto si se opera de una forma con de otra, al terminar la operación se deja una sonda por la que durante unos días saldrá la orina. Esta sonda se retira, sencillamente y sin dolor, cuando se considera que ya han cicatrizado las heridas internas, proceso para el que generalmente se necesitan de cinco a ocho días.
La anestesia, imprescindible para estas operaciones, queda en manos de los médicos anestesistas. Ellos eligen el mejor método para cada caso. A veces se utiliza lo que llamamos anestesia general, pero también puede hacerse una anestesia local de cintura para abajo que deja inmovilizada toda la parte anestesiada, por lo que el enfermo no puede mover las piernas. Los efectos de esta anestesia duran de dos a tres horas; acto seguido se recupera la sensibilidad y la movilidad normal.
Gracias a la preparación peroperatoria a la que se someten todos los enfermos y a la perfección a la que han llegado la anestesia y la cirugía, la prostatectomía, que antaño se consideraba una operación grave, ha pasado a ser una intervención normal en la que muy raramente se producen complicaciones serias.
Durante el postoperatorio, los médicos y el personal de enfermería vigilan que la sonda no se obstruya. No deben hacerse curas a los enfermos operados por vía uretral. Por el contrario, si la prostatectomía se ha realizado mediante una incisión, sí es necesario curar la herida, si bien las curas son sencillas y no dolorosas. Algunos enfermos tienen de vez en cuando una sensación muy molesta, como de dolorosas ganas de orinar; a esta sensación la llamamos espasmos de la vejiga. En estos casos es necesario comprobar que la sonda funcione correctamente y, si acaso, con medicación se pueden disminuir e incluso evitar los dolores.
Después de extraer la sonda, el paciente ha de volver a orinar normalmente, si bien en general, las primeras veces siente escozor al hacerlo y tienen frecuentes ganas de orinar. También puede ocurrir que las ganas de orinar aparezcan imperiosamente y que incluso no pueda controlar la orina. Habitualmente, esto dura poco y se corrige por si mismo. Al cabo de unos días la micción se va normalizando y se completa la recuperación postoperatoria.
Consecuencias de la prostatectomía.
La finalidad e la operación es lograr que el enfermo pueda volver a orinar normalmente. Muchos pacientes se preguntan qué efectos puede tener la operación sobre la función sexual. Una consecuencia habitual de la prostatectomía es una alteración del mecanismo de la eyaculación que hace que en el momento del orgasmo no se produzca salida de semen. Lo que ocurre es, simplemente, que el semen tiene el paso más fácil hacia la vejiga que hacia el exterior. Esto no representa inconveniente ni tampoco modifica apreciablemente el acto sexual, pues lo único que ocurre es que el semen se evacua mezclado con la orina. Después de una prostatectomía resulta difícil ser padre, aunque no existe seguridad total puesto que puede haber salida parcial de semen.
Por lo que se refiere a la potencia sexual, la prostatectomía no tiene una influencia directa. Hay algunos pacientes que piensan que su potencia mejora, seguramente como consecuencia de la mejora del estado general y de librarse de la continua preocupación por las dificultades de la micción. En la mayoría de los casos no se modifica la potencia, permaneciendo en el nivel que hasta entonces tenía.
También hay algunos pacientes que experimentan una disminución o pérdida de su capacidad sexual. Esto también puede suceder después de operaciones que no afectan al aparato urinario ni al genital. No se puede prever en qué casos esto puede ocurrir pero es preciso que el paciente entienda bien que no hay relación directa entre la operación y la impotencia. De hecho, se ha comprobado que muchos de los enfermos que pierden la potencia sexual no habían sido adecuadamente informados y creían que este resultado era inevitable.
Tanto en este aspecto, como en cualquier otro sobre el cual el paciente tenga dudas antes o después de la operación, lo mejor es consultar con su equipo médico. Es evidente que la confianza en ellos depositada y una buena comunicación contribuirán al éxito del intervención.
¿Qué es el cáncer de próstata?
Es un crecimiento maligno del tejido prostático. Sabemos que tiene un componente hereditario, ya que es frecuente en aquellas personas cuyos padres o hermanos han sufrido esta enfermedad.
En estudios realizados en autopsias por otras causas, se ha comprobado que el 80% de los varones de 80 años tenían células tumorales dentro de la próstata.
Su detección temprana permite realizar un tratamiento con fines curativos, para ello es importante la realización de los chequeos urológicos periódicos.
¿Cómo se realiza el diagnostico del cáncer de próstata?
Mediante el tacto rectal, que permite apreciar la consistencia (dura o elástica) de la glándula prostática y si existen nódulos o irregularidades en la superficie.
Mediante el PSA, que es la sustancia específica de la próstata y que se encuentra elevada tanto en el crecimiento benigno como en el crecimiento maligno de la glándula prostática.
Cuando uno o los dos procedimientos diagnósticos anteriores se encuentra alterado, se recomendará la realización de la biopsia prostática, que determinará si realmente existe un tumor prostático, nos dará datos sobre el grado de malignidad de sus células, y sobre el estadio de la enfermedad.
¿Cuál es el tratamiento del Cáncer de próstata?
Dependiendo de su grado evolutivo, y de las características particulares del paciente, se puede ofrecer tratamiento quirúrgico, tratamiento de bloqueo hormonal, radioterapia externa o braquiterapia. |